19.1.13

Soldado 575 - IV


Abrió los ojos con los primeros rayos de sol reflejados en ese pedazo de acero brillante y reluciente que todavía colgaba como un péndulo de la estructura que sujetaba el colchón de su compañero de litera. La miró un instante, todavía tapado con mantas de esparto y polvo. Un suspiro profundo. Afuera se escuchaba ruido. En la guerra, dormir es una debilidad. Se levantó sin pensarlo dos veces, de un movimiento enérgico que arrancó la cadena de los alambres que sujetaban la cama de arriba. Salió del barracón con la mente en blanco, con sólo aquella placa de identificación en la mente. Pantalones militares, camiseta de algodón. Impregnada en sudor, sudor nocturno. Ese sudor que huele a miedo. Ese sudor que sólo producen las peores pesadillas. Pero el olor a sudor no es nada.

Huele a sangre, a carne quemada y sobre todo huele a muerte. Hace calor, y hace mucho frío a la vez. Aquel lugar le estaba consumiendo por dentro poco a poco, y aquella situación se lo estaba revelando. Pero no tenía tiempo de pensar en ello (mejor no volver a pensar en ello nunca jamás), tenía que devolver aquella placa de identificación antes de que se buscara algún problema. Caminó con pasos ligeros sobre la arena húmeda entre barracones en cuyos interiores soldados y superiores dormitaban ajenos al mundo exterior tan sólo por unas horas. Quién sabe cuántas vidas pudieran perecer de un momento a otro. Las sombras que el alba proyectaba eran alargadas y los rayos de sol escocían en una piel que ya no cura sus heridas. Dobló cruces y cruzó dobles. Dobles suyos, personas que no sabían qué hacían allí.

Cuando por fin encontró las inmensas cajas de madera que contenían sus cuerpos se sintió extrañamente aliviado. Unas preciosas banderas de su país, probablemente hechas manualmente, reposaban sobre ellas, guardando quizá sus espíritus. Él no creía demasiado en esas cosas, pero se le encogía el corazón de todas formas. Deambuló entre ataúdes de poca calidad, que en algún lugar con más recursos serían reemplazados por otros mucho más caros, en busca de uno que contara con ese número del que ya jamás podría olvidarse. Se sucedían los números pintados con un rotulador cualquiera sobre la superficie de la madera sin trabajar, exenta de barnices ni lijados. Soldado 324. Alférez 12. Soldado 683. Soldado... 575. Soldado 575. Ése era. Se detuvo frente a él, un escalofrío recorrió no sólo toda su espina dorsal, sino que nació desde la punta de sus dedos de los pies y subió hasta el extremo de cualquiera de sus cabellos. Se sintió intruso, culpable, miserable. Quiso morir en aquel momento, ser él el que ocupara su lugar.

Ya cuando se disponía a abrir la caja para depositar aquel pedazo de metal sobre el cuerpo sin vida de aquel soldado sin culpa alguna, una voz a sus espaldas le detuvo.

"Quizá quiera quedársela."

El Cabo Primero se dio la vuelta sorprendido, como cuando pillan a un niño haciendo eso que su madre le ha prohibido tantas veces. Sus ojos tornaron inconscientemente a los de un cachorrillo abandonado. Era eso al fin de al cabo, un alma abandonada, sin destino ni punto de partida, que vaga por el mundo intentando encontrar su lugar, y que recabó en aquel lugar buscando una identidad que sospecha que jamás conseguirá. Él no era su padre, ni mucho menos. Él no pensaba morir en combate.

"¿Disculpe?"
"Quédesela, Cabo. Es una orden.", dijo con voz serena y tranquila, con tan leve tono autoritario que casi parecía un consejo.

El capitán miró a los ojos a aquel Cabo Primero que sospechaba no tardaría en llegar a Sargento. Le miró con ternura, porque de alguna manera, se veía reflejado en él. Hace muchos años, cuando todavía tenía esperanza de salir de aquel lugar y retomar su vida en aquel punto en el que la dejó.

"El Soldado 575 todavía conservaba la otra placa de identificación, me aseguré de ello personalmente. Su familia se conformará con ella... Y no creo que quiera saber de primera mano cómo huele un cadáver...", dijo con un tono mucho más lúgrube.

El Cabo miró sus manos, donde la cadena formada por diminutas bolitas de acero, y su correspondiente pedazo de metal de forma casi rectangular reposaban con ligereza.

"No sea estúpido. Quédesela, guárdela en el bolsillo de la chaqueta, junto al corazón. Quizá le salve la vida algún día. Y márchese de aquí antes de que todo el mundo se levante."

El Capitán abandonó la carpa, en la que no había nada más que ataúdes, del mismo modo que había llegado: sigiloso. El Cabo le observó alejarse, iba vestido con el mejor de sus uniformes. Llevaba las medallas que le recordaban lo que había logrado y la gorra bien puesta. Ni siquiera una arruga sobre su camisa. Iba vestido para una ocasión especial... Volver a casa, con el resto de vidas que en aquel tiroteo espontáneo se habían perdido.


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Cada vez se hacen más largas, luego ruego que me perdonéis. Espero no tardar tanto en publicar la quinta parte, que probablemente será la última.

Recordad que los comentarios son lo que me animan a seguir escribiendo.

Segunda imagen, fotograma de la película Salvar al Soldado Ryan, en el que aparece Tom Hanks.

5 comentarios:

  1. SOY LA PRIMERA EN COMENTAR, QUE HONOR. EJEM, PERO AHORA NO SÉ QUÉ DECIR. ME DEJAS SIN PALABRAS SERDA. Sabes que soy mala en cuanto a comentarios, espero que me perdones.
    "En la guerra, dormir es una debilidad" oh dios. Grandes verdades. Con estas cosas consigues cautivarme de una manera increíble. ¿Y qué te digo yo ahora? Que tienes una facilidad para expresar cualquier tema de esta manera envidiable e increíble. Me ha recorrido un escalofrío hasta a mí cuando se ha parado frente al ataúd. Soldado 575. ¿Cómo piensas seguir esto? ¡Venga!
    Un abrazo <3

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  2. Yaiza, acaba esta historia ya, ¡por favor! Estoy deseando saber el destino del Cabo Primero, y de esa placa que ahora sabe que puede conservar junto a su corazón. Ha sido una entrada muy emotiva, y como Lau, me gustaría resaltar esa frase 'En la guerra, dormir es una debilidad', porque me ha parecido espectacular. Bueno, la manera en la que retratas una situación tan complicada como ésta es toda ella espectacular. Podría resaltar miles de frases más que me han parecido increíbles, pero creo que acabaría resaltando el texto entero. Fantástico, como siempre.

    Sigue así :3

    ¡Un besazo!

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  3. Diem que será esa placa de bolitas de acero y su correspondiente pedazo de metal, con su "Soldado 575", pegada al pecho de quien no quiere perder la esperanza, la que frene de lleno una bala dirigida la corazón y así, incremente las ganas de este, nuestro soldado, de volver a su hogar.
    Y sí, lo has hecho nuestro, o al menos mío. Quiero saber su final. Quiero verle morir con la placa entre las manos o reencontrarse con los suyos, o, ¿por qué no? Sorpréndenos con algo diferente.
    Yaiza, lo sabes todo. Todo lo que opino de tu forma de escribir y de despertar ese monstruo de escalofríos que se esconde en mi espalda.
    ¿Qué decirte pues, que no sepas ya?
    Sigue así, y no cambies en NADA. (Tú ya me entiendes, pequeña gran Yaiza).
    Un beso,
    S.

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  4. Ésta historia es cada vez más emocionante.
    Creo que a todos nos traspasas a un mundo de guerra, creo que todos nos ponemos en la situación de ese cabo primero, necesito saber ya el final, el parentesco entre el cabo 1 y el soldado 575. Que pasará finalmente con esa placa de identificación.. Necesito saber muchas cosas, ¿En un capitulo más te dará tiempo a aclarar todo? Uf, si no.. puedes seguir escribiendo. Siempre es un placer leerte.
    "Quédesela, guárdela en el bolsillo de la chaqueta, junto al corazón. Quizá le salve la vida algún día." Me ha tocado el corazoncito ésta frase.

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  5. Madre mía, me pierdo una semana o dos por los estudios, y te comes medio blog a entradas. Chica, tu inspiración e ingenio no tiene límite, de verdad. Y es que encima no es solo una entrada doble, es una entrada doble x2 y todavía puede salir de aquí otra. Sin duda, me tienes admirado. Voy a tener que irme más a menudo para encontrarme cosas como esta (?) jajaja. Las entradas están muy bien (vaya tostón a leer me he metido... como si esto fuera un libro, un engache jaja) Pido disculpas por haber estado desaparecido tanto tiempo, no era mi intención, pero no he podido sacar tiempo. Espero que este finde si que lo tenga, y que para aquel entonces, tu nos sorprendas con la entrada final, o vete a saber si la penúltima. Me encanta que escribas maravillas. Antes me encantaban tus entradas II ahora ya, nose que decirte más que enhorabuena.
    (K)

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