1.2.14

Tropezando en círculos.

De vez en cuando, en tu camino se vuelve a cruzar esa misma piedrecilla que se te mete en la zapatilla para hacerte parar unos minutos, y poder seguir adelante. A veces, la piedrecilla es persistente, y a veces son más de unos minutos. A veces es la propia piedrecilla... Pero otras es su mero recuerdo.

El camino había sorteado obstáculos y cruces a partes iguales para cuando ella volvió a su cabeza. Aunque formaba parte del mismo pasado del que se alejaba, era lo único ante lo que no podía evitar sonreír: su recuerdo. Sentado en la cuneta, mientras intenta deshacerse de la sensación de que, en su zapatilla, se ha vuelto a colar esa piedrecilla persistente, sus ojos se recrean con las memorias de un ayer que intenta olvidar.

Por suerte, no está sólo en aquel largo camino. No tarda en aparecer alguien dispuesto a sentarse junto a él y hacerle compañía mientras todavía se desata los cordones, dibujando en el caos de sus pensamientos la preciosa imagen de su mirada. Sin saber cómo, se sorprende a sí mismo hablándole de ella, de esa persistente piedrecilla de la que él huye asustado, de esa persistente piedrecilla que siempre le encuentra, y siempre, todas y cada una de las veces, detiene su camino durante apenas unos minutos que para él son como una vida tan llena de buenos recuerdos como de espinas cuyas heridas luego hay que desinfectar.

"El camino es largo, ¿no será que caminas en círculos?", se aventuró el desconocido de voz grave y temblorosa, como la de un viejo con demasiada experiencia en su mochila y alguna que otra piedra en su calzado.

Buscando la piedrecilla en la oscuridad de su zapatilla se lo volvió a preguntar. "¿No será que camino en círculos?" Así que, para responder a la pregunta, se disipó la imaginativa imagen de su cabeza, llena de recuerdos difusos, para concentrarse en lo que sus ojos vislumbraban a lo lejos, incorporándose a dicho camino una vez más. Una sonrisa delicada, unos ojos azul intenso que se clavaban: ¡ay, las espinas!

Y mientras aquel pequeño retraso en su camino se le aproximaba, aquel desconocido que le había acompañado tan sólo por unos minutos, continuaba su propio camino, con un desvío que le aseguraba que nunca más se volverían a cruzar. Pero qué más daba, porque una vez las espinas eran clavadas, el daño estaba hecho: tenía que quedarse a jugar con aquella pequeña piedrecilla de mejillas moteadas en las que se pasaría la eternidad tropezando. Sólo por un rato más.

Y tropezar,
una y otra vez,
durante la eternidad,
o durante un minuto que se hace eterno.
Tropezar con ella y con sus ojos.
Tropezar con las espinas y su mirada.
Tropezar con ella y sus labios.
Y seguir tropezando
en todos y cada uno de los misterios de sus mejillas.
Tropezar con sus penas y sus alegrías.
Tropezar eternamente,
esperando caer, por fin, en sus brazos.



6 comentarios:

  1. Yai, tan genial como siempre pero a su vez tan diferente. Me ha encantado el texto más que nada porque lo has narrado como nunca antes, pero epa, no digo que me guste más que tus otros textos pero es muy original.
    La puta piedrecilla de los huevs, ojalá se vaya pronto, supongo que sabes a qué me refiero.
    Me encanta leerte y el último párrafo es precioso.
    (Gracias por tu comentario)
    (Gracias por ser como eres)

    Te quiere mucho,
    Ana.

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  2. Esas piedrecillas a veces hacen perder el tiempo, y otras veces nos hacen darnos cuenta de que llevamos las zapatillas demasiado flojas y por eso acaban ahí dentro.
    Esas piedrecillas, son indispensables en cualquier camino; sea recto, en círculos o en zig-zag.

    Bonito y diferente texto,
    se te da genial escribir lo que sea, y lo sabes.

    Te admiro,
    S.

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  3. Creo que, probablemente, una de las cosas que más me gusta es tu vocabulario. Es algo que nunca te había dicho antes, pero especialmente en este texto se necesita destacar. No estaba acostumbrada a un texto tuyo tan... "Simple". En el mejor sentido de la palabra, pues siempre me haces pensar mucho. Lo sabes, JAJAJAJAJA. Pero éste... Vaya. No sé, ¿quién no ha pasado por algo así? Y no importa, porque, al final, nos acaba gustando eso de invertir tiempo en piedras. Y tanto que sí.

    No sé, pero ojalá alguien escribiese así de mí. O de ti.
    ¿Dónde están los bohemios?

    Suave entrada.

    Con mucho amor,

    Lutz.

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  4. AY. AY. AY. QUE ME HE ENAMORADO. Pero…¡pero qué entrada más bonita! No es broma, me ha transmitido muchísimo. Creo que todos nosotros llevamos más de una piedra en los zapatos acompañándonos durante nuestras vidas, y que por mucho que intentemos sacarla de su escondrijo, allí seguirá. Y es que el ser humano es el único animal que tropieza con sus recuerdos dos, tres y todas las veces que hagan falta. Porque algunos de esos recuerdos, aunque nos abran un poquito las heridas, nos hacen sonreír. Y a quién no le gusta eso.

    Fangirlea con tus entradas cada vez más,

    Daw

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  5. Que preciosidad de texto, que diferente es, que tuyo a la vez, y cuanta razón lleva.
    ¿Y qué sería de nosotros sin esos recuerdos que aunque a veces nos matan, también nos hacen sentir vivos? Esa piedrecilla es molesta, tal vez, pero también necesaria vaya a donde vayas.
    Y lo de 'Y tropezar, una y otra vez...' ha sido claramente mi parte favorita del texto, me has matado, en serio.
    Te admira,
    Lau.

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  6. Es hermoso, me causo mucha ternura el final, seguro fue por leer mientras miraba la imagen de los ojos y su mejillas.
    Tienes una linda manera de escribir, de expresarte, de contar una historia. Esta entrada me fascino!!!
    Un saludo

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