29.10.13

La vieja máquina de escribir con su viejo papel de color café.

Apenas se colaba el primer rayo de sol por la rendija que las grietas de la madera abrían sobre las viejas y putrefactas puertas de las ventanas. El olor a café ya le había devuelto a la realidad de su rutina. La curiosa rutina con la que él mismo había decidido castigarse en su día, y en la que, ahora, se veía sumamente atrapado, con un extraño síndrome de Estocolmo que le impedía romper con toda aquella autodestrucción. Y es que cualquiera se podía preguntar que cómo lo soportaba, la soledad tan sólo amenizada por el sonido de sus dedos presionar las teclas oxidadas de la vieja máquina de escribir que ella misma se dejó.

Quizá accidentalmente, o quizá a propósito. Quizá ahora ande buscando otra igual, otra con la que reemplazar ese hueco que su vieja compañera había dejado, otra con la que amenizar las noches a la luz de una vela, escribiéndole todavía esas cartas que por las mañanas encontraba sobre la almohada, justo ahí dónde ella debía de haber dormido. Pero ella no dormía, ella sobrevivía a base de café y puro nervio... Y de palabras. De todas esas palabras que le dedicaba. Y ni las ojeras que con gusto cargaba tras una placentera noche de escritura y lectura conseguían eclipsar esa energía que su sonrisa desprendía. Era una energía especial, el tipo de energía que siempre te ayuda a seguir, y a querer más.

Pero por las mañanas ya no había cartas sobre la almohada, ni siquiera el rastro de su floral perfume, dulce y fresco, ligero y permanente. Así que no, probablemente se hubiese olvidado ya de esa máquina de escribir que tantas cartas le había dedicado, pues parecía apenas haber dejado huella en el corazón de aquella joven, que tan repentinamente como vino... Se marchó.

Así que allí se quedaron. Él, su vieja máquina de escribir, y la vela ya consumida que tantas noches le había alumbrado mientras las palabras se taladraban en hojas color café en las que, más tarde, espolvorearía su aroma con delicadeza.

Rellena su taza de granos arábigos bien molidos diluidos en tan sólo algo de leche, la cuál deja junto a ese antiguo candelabro, junto a esa reliquia que tan digno testigo fue de sus descobijados secretos, de sus desarropados sentimientos...Y ahora el que no duerme es él, esperando a que el sol vuelva para poder vislumbrar las teclas de la vieja máquina de escribir, que sin apenas percatarse, había pasado a remitirse en el destinatario, y a dirigirse a alguien que jamás leería ya sus perfectamente dibujadas letras, marcadas en tinta negra sobre lo que quedó de ese papel color café que a ella tanto le gustaba.





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9 comentarios:

  1. Siempre me dejas con cara de tonta cuando narras. Siempre.

    Me parece tan cruda la escena... Esa sensación de abandono y de espera, ésa que todos hemos sentido. Me ha encantado el detalle del papel color café y la imagen, siempre tan perfectamente relacionadas. Ay, Yaiza, si es que no hay nada que no me guste. Cómo echo de menos esas ojeras causadas por algo que realmente se ama. ¿Dónde quedaron?

    No quiero pensar... Todo esto es culpa tuya, por hacerme reflexionar escribiendo de esta manera tan tangible.
    Pero, ¿qué quieres que haga si me encanta leerte?

    Quiero más.

    Lutz.

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  2. Y tras tanto y tanto tiempo, solo sale escribir un "Te echo de menos" o un "¿Te ha sido?" Cuando estamos tan muertos que no sabemos si el mundo sigue girando o se ha parado. Tal vez algun día esa chica vuelva a por su maquina de escribir... ¿Por qué siempre la gente se olvida cosas en vidas ajenas cuando se marcha? Con lo que molesta, que luego no sabes donde meter los recuerdos...

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  3. Yaiza, es impresionante. De verdad, te prometo que no sé cómo expresar lo que me ha hecho senti: esa soledad, ese abandono a la vida misma cuando dejas marchar lo único que te hace sentirte vida. Por unos minutos me has transportado a otra realidad y, joder, no tengo palabras.
    Y además de ser capaz de arrancarnos de nuestro mundo y encarcelarnos en otra realidad totalmente diferente -sin que seamos capaces de escapar hasta que acabamos de leer-, utilizas las palabras como a poca gente he visto hacer (y la mayoría están muertos, y escribieron libros mundialmente conocidos)
    Bueno, que no dejes nunca jamás de escribir, que vaya talento tienes.
    Un abrazo
    Te admira
    María.

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  4. Precioso. Siempre que paso me quedo atontada con lo que leo, por la forma en que dices las cosas que traspasa la piel. Al menos la mía.
    Creo que el sentimiento de soledad y abandono es obvio para todos, pero tal vez lo más importante es eso que has conseguido. Transportarnos a otro mundo y saber vivir ese daño, esa soledad.
    Eres increíble.
    Besos.

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  5. ¿SABES LO MUCHO MUCHÍSIMO QUE ME HA ENCANTADO ESTA ENTRADA YAIZA? ¿SABES LO MUCHO QUE AMO EN LA SITUACIÓN EN LA QUE ME HAS METIDO?
    Yo quiero ser esa otra. ¿Por qué las personas más importantes en nuestras vidas tienden a irse así como si nada? ¿No se dan cuenta de lo que dejan atrás?
    En fin Yaiza, es alucinante como escribes, ya me gustaría a mí tener por lo menos la mitad del talento que tienes.
    Te quiere,
    Lau.

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  6. Ya sabes como lo he leído.
    Pero no me has visto la cara mientras lo hacia.

    Sublime, artista, sublime.
    Es que son sentimientos que.. que no sabes si quieres sentir alguna vez en tu vida. Sentirlos de verdad. O sentirlos leyendo. Bueno, sentirlos leyéndote, siempre. Porque nos haces vivir situaciones que crees que no podrías soportar. Pero como siempre nos haces un "zas, en toda la cara" y nos descubres una verdad, que es querer vivirlas y seguirlas viviendo, pero contigo, con tu blog y con tus increíbles manos que crean éstas situaciones.

    En fin, no tengo más que decir,
    simplemente,
    Te quiere,
    (Esta tonta que te aplaude mucho.)

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  7. Y yo me pregunto si tú sientes, cuando lees, esto que nos haces sentir a nosotros.
    El crujir de la madera y su olor, mezclado con el cálido aroma del café. El calor de los primeros rayos del sol intentando rozarnos los huesos.
    Lo he sentido. Porque lo transmites. Y así con todo el texto.
    Y claro, ¿quién no te admira?
    No, no tengo nada que decir que no sea que eres increíblemente buena describiendo escenas. Cada detalle sabes como nombrarlo, como transmitirlo; como bautizarlo. Y te hace increíble.
    Como escritora (y me permito el lujo de decir que, como persona también).

    Te admira, (te quiere, lo sabes)
    y todo lo bueno que mereces,
    S.

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  8. Hola:
    ¡Qué bonito, Yaiza! Es precioso lo que me haces sentir cada vez que leo lo que has escrito. Tenía muchas ganas de volver a leer algo tuyo, pues he de confesarte que desde que acabé de leer los capítulos sobre el arte y aquella misteriosa y hermosa historia de amor con aquel espectacular final... Desde ese momento, creo que me has enganchado sin remedio a tus palabras y que estoy atada de pies y manos a tus bellísimas historias. Es todo un placer regresar y encontrarme con este relato, he podido sentir casi a la perfección todo lo que describiste. La ausencia de ella, los rayos de sol, la rutina de la máquina de escribir, el olor a café inundando las mañanas frías, él tecleando dedicándole sus mejores pensamientos y horas... Todo. Esa es la magia que tienes, que escribiendo puedes ir mucho más allá y colarte en las mentes de tus lectores transmitiendo cosas increíbles.

    Un beso,
    Windflower. <3

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  9. Me gusta mucho las descripciones, me haces vivirlo!

    un beso

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