24.6.11

Imposible escapar de la realidad.

En las tardes frías y lluviosas, para nada veraniegas, en las que no te apetece salir, a menudo te da por pensar. Mirando por la ventana, la melancolía te invade y decenas de recuerdos desfilan ante tus ojos como si fueran una película. Recuerdos. No son más que eso, recuerdos. Hechos pasados. Pero recordar no siempre es fácil. Sobretodo cuando ya no tienes oportunidad alguna de repetirlos. Cuando has perdido a la persona que los compone, cuando sabes que jamás volverá. No me refiero a que no te hable, o que se haya ido a otra ciudad. Hablo de otro tipo de ausencia. La que nunca ha tenido, ni tendrá remedio. Llega el momento, no tienes tiempo de decir adiós. Ocurre, y ya está. Y tú te quedas esperando a que todo sea una pesadilla, de la que deseas despertar. Pero es imposible escapar de la realidad. Recuerdas su risa, y todas sus bromas. Las horas que habéis pasado juntos, por las que darías cualquier cosa con tal de repetirlas. Sí, también hubo momentos malos. Pero te da igual, también los revivirías diez mil veces si hiciera falta si eso significara que continúa aquí. Recuerdas una promesa que nunca fuiste capaz de cumplir, y que ahora, te ves obligada a no quebrantar, aunque no esté aquí para enorgullecerse. Promesas que le habrían hecho tan feliz... No hubo tiempo suficiente, nunca lo hay. Se fue, y mientras recuerdas que ya fue hace mucho tiempo, sabes que nunca lo olvidarás. Sabes que a pesar de que ya no esté, tienes que seguir adelante, precisamente por él, porque ya no está. Porque nada de esto es un sueño, ni siquiera la televisión o un desagradable libro. Sabes que es imposible escapar de la realidad.


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