23.4.15

El libro que lee.

El viento acariciaba la vieja y desprotegida madera del banco en el que había sido abandonado. Aunque no recordaba cómo había llegado hasta allí, estaba seguro de que algo grande me esperaba. De que aquello no era el fin. Numerosas personas pasaron de largo sin reparar en mí, empecé a temer que las próximas manos que me sostuvieran me arrojaran a un cubo de basura. Por suerte para mí, y para él, ambos nos salvamos. Volví a casa, más tarde de lo esperado, después de la larga espera bajo el frío de la ciudad. Volví a casa, porque mi casa era estar en buenas manos. Él me salvó a mí, pero algo me dice que yo también le salvé a él. Quizá por cómo sonreía al verme en su mesilla de noche, quizá por las horas que me dedicaba, por todas las lágrimas que se atrevió a compartir conmigo. Recuerdo muy bien el día en el que, en la última página, escribió con su pluma favorita "Gracias". Y ahí acabó todo. Volví a perderme, pero al menos sé que él se encontró.

Llegué a sus manos por casualidad. Recuerdo que era un martes 13, ella llevaba unas botas amarillas de agua y unos guantes negros de lana. Era invierno. Vagón 4. Me leyó como si en mí pudiera encontrar la razón por la que seguir luchando. Por la que seguir cerrando las próximas heridas. Encontró entre mis páginas las razones que le faltaban para levantarse cada mañana. Encontró el salvavidas que años antes la vida le pinchó.

"Tienes esa mirada del tipo de chicas que leen hasta las cinco de la mañana".
"¿Lo dices por mis ojeras?"
"Lo digo por tu magia".
Fue así como cambié, nuevamente, de manos. Hacía apenas unas horas que le había conocido, pero por alguna razón, en cuanto entró en el metro, supe que no me quedaba mucho tiempo junto a él. Se sentó frente a aquella jovencita de cabello oscuro y tez pálida. Ella miraba al suelo, y él sonreía. Y algo me decía que él la veía cada día, pero ella nunca abría los ojos. Miró mis páginas curtidas por el tiempo, y de repente lo supe. Me tendió hacia ella, estaba confusa, y yo emocionado. Puede que nunca sepa qué habría sido de mí con él, pero desde luego, ella me leyó como pocos habían hecho. Y en sus peores noches, me abría, me iluminaba, y yo la iluminaba a ella. Y que me deshojen si no es verdad cuando digo que echo de menos sus dedos deslizándose por el exterior de todas mis páginas.

Recuerdo sus ojos como dos pedacitos de océano en los que perderse. Era la paz que toda musa buscaba en unos pinceles para ser retratada. Era la calma que las tormentas odiaban. Era la armonía de los acordes correctos de cualquier canción de guitarra. Era el silencio necesario para disfrutar de tu libro favorito. Y en mí, creo que logró esconder todas las tormentas y catástrofes que no dejaba ver a nadie más. Después de sus manos me sentí más limpio que nunca. 

Ella fue la de las cosquillas. Se dejaba los ojos en todas mis líneas, y se emocionaba con cada palabra. No sé de dónde lo sacaba, pero en cada inverosímil lugar en el que compartimos nuestro tiempo, siempre tenía a mano un lapicero con el que subrayaba aquellas palabras que más le gustaban. Yo la llenaba, y ella me hacía cosquillas. A veces me regalaba flores, cuyo olor se quedaba entre mis páginas. Y me sacaba a tomar algo caliente a su cafetería favorita. Fue una bonita y breve relación aquella, pues no me imaginaba que sería tan duro despedirme de alguien antes de que llegara a conocerme por completo. Le quedaban apenas un par de capítulos cuando me perdí. Y desde entonces siempre me he preguntado si habría subrayado aquel "gracias" de mi última página.

Tenía unas manos suaves y pulidas por el paso del tiempo. Su rostro escondía los años que llevaba luchando contra la vida en forma de arrugas que simplemente la embellecían. Y su mirada me acariciaba a través de aquellas viejas y redondas gafas que descansaban sobre sus rosadas mejillas. Recuerdo que cuando llegó a leer mi final sus párpados se inundaron despacio, como una marea que sube cubriendo la costa y haciendo más extenso el hogar de las sirenas. 

Había estado viviendo un tiempo en un pequeño apartamento. No había mucha gente por allí, pero a veces tenía compañía, e incluso me leían. Me leían en alto, y sin ropa. Me leían desnudos, como se debe de leer. Desnudos de prejuicios, de corazas, de miedos. Me leían desnudos, en alto, y entre sonrisas. Me leían el uno al otro, a veces después de leerse entre ellos. Y cada vez que sus labios pronunciaban mis palabras, yo me estremecía de placer. Porque me sentían, y yo los sentía a ellos. Fue así cómo perdí mi página ciento ochenta y seis, cuando las sonrisas pasaron a ser lágrimas, cuando dejaron de leerme desnudos... Y me leía sólo él, con todos sus muros reparados, impenetrable. Y aunque sé que él me sentía, yo ya no lo sentía a él. Me hacía daño. Me hacía más daño que cuando, cargado de ira, arrancó aquella página. La dobló varias veces, y vi cómo se la guardaba en el bolsillo interior de su cazadora. Jamás le volví a ver, y puede que ellos tampoco se volvieran a ver. Pero él la mantuvo viva en aquella página, aquel poema, aquellas palabras que a ella tanto le gustaban. Y él la guardó con cuidado, como se guardan los secretos dolorosos, para acudir a ella sólo en emergencias.

Eran idénticos. En cuerpo. En alma eran polos opuestos. Uno era la paz de una tarde de domingo y otro era el caos de cualquier noche de sábado sin final escrito. Uno me leyó buscando en mí el saber, el querer ser, el crecer; el otro, solo quería leer la historia de mi protagonista por si en algún momento metía la pata, se equivocaba o se enamoraba. Sus ojos eran iguales pero lo que escondían eran mundos completamente distintos.

Ahora sólo quiero volver a volar a otras manos que me cuenten historias.





4 comentarios:

  1. Llego aquí desde el blog de Sab, porque no me puede encantar más este relato conjunto que habéis hecho. Me quedo por aquí para seguir leyéndote :)
    Un besito!

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  2. No sé si se puede decir algo que alcance después de leeros. Creo que ha sido magnífico. Me he imaginado ese libro como uno de mis favoritos y me han entrado ganas de volver a leerlo. Es cierto, que un libro, esconde más historias tras su cubierta que la que lleva escrita, y sino, que se lo digan a vuestro libro viajero.

    Ha sido estupendo leeros :)

    Un beso

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  3. Me ENCANTA. Las historias son geniales y aún más que sea desde la perspectiva del libro. Genial.
    Gracias.

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  4. Ya lo he dicho en el blog de Sab, lo repito aquí. Me ha encantado la idea y la forma de llevarlo a cabo. Es un placer leer cositas así.

    Un saludo. :)

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