Cotidiano y real.

Las luces que parecen simples linternas alumbrando lo que nadie ve, simples puntos de luz entre una oscuridad que no sólo la rodea a ella. Lo sabe bien, no está sola. Detrás de cada punto luminoso se encuentra alguien con una terrible historia a sus espaldas, pero qué más daba aquello. No iba a hacerle sentir mejor que otras tantas personas lo estén pasando incluso peor de lo que lo está pasando ella ahora mismo. Camina sin sentido fijo por las calles de la ciudad que la vio nacer. ¿Qué hace allí? ¿Acaso algo la ata a esas interminables calles llenas de tráfico y gente? Esas calles que ni siquiera son agradables, llenas de ruido, de contaminación, de mal olor, y de mala educación. Allí si te tropiezas y te caes, nadie va a ayudarte a levantar. Las manos en sus bolsillos, el cuello encogido... Y ni siquiera siente el frío viento. Está anocheciendo, las luces no llevan demasiado tiempo encendidas, pero ni siquiera se ha dado cuenta de ello. Su móvil suena, alguna amiga llama para preguntar por qué se ha ido tan de repente de la fiesta, y qué cómo pensaba volver a casa. Pero no cómo volverá ella a casa, la que se ha marchado porque no soporta sentirse asfixiada en un lugar en el que pasa tan desapercibida cuando lo único que necesita es estar sola para pensar y la música está demasiado alta. Lo que le interesa a esa especie de amiga es cómo llegará ella misma a su casa, cómo va a volver sabiendo que la persona que la iba a acompañar se ha marchado y la ha dejado sola. Ni siquiera pregunta qué demonios le pasa cuando escucha un ligero sollozo al otro lado del teléfono. Niega con la cabeza mientras cuelga. "Mierda de amigas" dice en alto. Un señor la mira extraño, "vaya juventud" dice también en alto. A ella le da absolutamente igual. Lo que piense un hombre de sesenta y pico años no es su mayor preocupación cuando tiene que pensar en volver a casa y recordar todos sus problemas. Su hermano mayor casi desaparecido, el único capaz de volver a casa tras dos semanas sin dar señales de vida y además con las pupilas como platos. Sus padres, los únicos pasivos en todo esto, que hacen la vista gorda de cuanto sucede a su al rededor, sólo preocupándose de cómo llegar a fin de mes recortando de las cosas más esenciales para ella. Eso sí, no van a dejar de comprar whiskey. Su hermano pequeño, el que todavía conserva su cara de niño, pero para nada bueno: palabrotas, patadas, vandalismo y todo tipo de conocimientos innecesarios para un niño de su edad. ¿En serio un niño de once años debe saber cómo se consume la heroína? Si piensa en todo ello, se siente todavía peor consigo misma. Todo a su al rededor es como una película de terror, de las cotidianas y reales. Las lágrimas que manan, la rabia que estalla, los gritos que escapan y la ira que la golpea en un infrenable deseo de desaparecer de este cruel mundo.

Hola bloggers :) Bueno, lo prometido es deuda. No he tenido mucho tiempo hoy, y no he podido pasarme a devolver vuestros comentarios. Ni siquiera he podido pararme a escribir (es un borrador que ansiaba publicar). Mañana no perderé el tiempo a la hora de pasarme por vuestros blogs. Espero muchos comentarios y que reparéis en mi anterior entrada, una recomendación que os hago desde el fondo de mi corazón :)