13.9.11

Un mal día.

Llegó a casa agotada. No sólo era cansancio físico, estaba harta de todo, de la vida, de su vida. De la gente, de sus problemas magnificados y sus enormes egos. Sus pocas ganas de saber qué les pasa por la cabeza a los demás o su afán por ganarse una reputación aunque para conseguirla tuvieran que pasar por encima de los demás. Estaba harta de todo, aquel día había sido duro. Había sido lento, pesado y doloroso. Estaba harta de aguantar los reproches de sus compañeros, de ver cómo no llegaba a todo. Por suerte era viernes. Pasó de largo por el salón, sin apenas saludar a sus padres. Unos padres que, para colmo, poco se preocupaban de su hija. Pasó fugaz ante ellos con lágrimas en los ojos que no llamaron la atención de sus progenitores lo más mínimo, aquello la entristecía más. Estaba llena de impotencia, rabia. Pero no podía hacer nada. Se dirigió a la cocina, tenía hambre, pero no demasiada. Algo para picar, y con ello en la mano, volvió a su habitación, donde el ordenador había terminado de encenderse. No tardó en entrar en su cuenta de correo electrónico. Ahí estaban sus amigos, sus pocos amigos, pero amigos de verdad. No a todos les confesó su estado de ánimo, cierto que no todos insistieron. Él, él fue el que se interesó, el que se lo sacó. El único con el honor de ser el único al que ella abrió su corazón, desahogando sus emociones y pensamientos, ideas e incluso insultos. Una vez ella hubo terminado, mientras se limpiaba las lágrimas que habían brotado desde sus ojos, él escribió: "Un mal día, entendido. Pero todavía estás a tiempo de pasar una buena noche y compensarlo." Ella se negó en un principio, pero él era ese tipo de amigos que no aceptan no's, con los que no se puede discutir, con los que no se puede negociar y a penas hablar de temas en los que tengan ideas discordantes. Esta vez la discusión era amable, a pesar de que ella no se sentía con fuerzas para ni siqueira buscar algo de ropa bonita, él se limitó a decirle que la pasaría a recoger en un par de horas. Después, simplemente se fue. Ella no pudo rebatirle más, así que apagó el ordenador y se arregló. Puntual como un reloj, el timbre sonaba. Abría su madre, cara conocida para el amigo de su hija. Sin embargo, ella a penas recordaba vagamente esa nariz con personalidad y esos ojos verdes enmarcados en un flequillo moreno. No le importó tampoco quién pudiera ser aquel adolescente que preguntaba por su hija. Salieron de allí en silencio, y una vez fuera del alcance de la vista de sus padres, él la detuvo en la caminata que los llevaba al local al que se dirigían. Con su mano en su hombro, dijo serio y convencido: "Esta noche va a ser la mejor de tu vida, me lo he propuesto yo y sabes que soy un tío de palabra". Ella le miró un instante, después, sus ojos volvieron a inundarse a la vez que ella se lanzaba a sus brazos. Él la abrazaba fuerte, recordándole que está ahí, que para eso están los amigos. Poco después se encontraron con el resto de la pandilla. Una pandilla pequeña y peculiar, pero una pandilla auténtica en la que la mentira era castigada duramente, en la que se valoraba la honestidad y en la que nadie sería capaz de dar una puñalada por la espalda. Era lo único bueno que tenía en su vida, pensaba mientras se mantenía todavía cerca del único capaz de sacarle una sonrisa en aquel día tan negro.
Horas después, desandaban sus pasos. Él acompañándola a casa mientras ella pensaba en que sí, en que él era un tío de palabra. "Ha sido la mejor noche de su vida", dijo sin soltar la mano de aquel chico que tan bien se había comportado con ella. Y no sólo había sido la mejor noche de su vida porque se lo había pasado genial, sino porque había encontrado algo que nunca hubiera imaginado. Se conocían desde hace tanto tiempo que nunca pensaron el uno en el otro como algo más que amigos. Aquella noche, la diversión, la confianza, y puede que un poco el alcohol, les ayudaran a abrir los ojos y ver lo que sus corazones sentían, perder la vergüenza y envalentonarse para decirse lo que su interior les revelaba en aquellos mismos momentos. Definitivamente, aquel mal día, había sido compensado.




Esta entrada fue inspirada en la siguiente imagen de desmotivaciones: 


5 comentarios:

  1. Que bonito!! y que imaginación!!! :D me ha gustado mucho. un besito

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  2. Preciosa entrada!>.<
    y el cartel de desmotivaciones tiene toda la razón (H)
    jajaja!:P
    un beso(L)

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  3. Un mal día en la vida lo puede tener cualquiera,
    a la mañana siguiente es un nuevo amanecer.
    feliz semana.

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  4. Yaaaaaaaaaaaaaaaiza! me estoy leyendo varios y me están encantando, en serio... GUIONISTA EH.. :)

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    1. jajajaja Puta Lucía! :) Me alegro mucho de que te esté gustando, y no lo dudes, lo de guionista se intentará jajaja

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