17.9.11

Chica de costumbres.

En aquel momento se preguntaba qué demonios hacía allí. Cuál era su función en el mundo, qué pintaba entre tanta gente con ganas de pasárselo bien si ella lo único que quería hacer era acurrucarse cerca de alguien con quien realmente se sintiera cómoda sin que nadie ajeno a su amistad les moleste. Buscaba el refugio de alguien querido, pero a la vez la soledad de la reflexión. Sin embargo estaba rodeada de tanta gente como pudiera imaginar alguien de una pequeña ciudad como aquella. Se siente tan fuera de lugar... Tiene los brazos cruzados, y una mueca imperturbable en su rostro de desagrado con todo. Intenta pasar desapercibida, no quiere que la gente de su al rededor deje de divertirse por ella, pero a la vez, le gustaría sentirse importante para alguien, tanto como para que note que le ocurre algo. Eso no ocurre, a pesar de que lleva sin reírse muchas horas, de que no ha querido beber nada porque "no le apetecía" o de que guarda extraños silencios, nadie nota nada extraño. Empieza a creer que a nadie le importa realmente. Y entre sus amigos comienzan a llover propuestas de ir a bailar un rato, ella se deja llevar por los pasos del resto, que la conducen al interior de la muchedumbre. Le presentan a alguien, ni siquiera se para a pensar en su nombre. Para qué, al día siguiente, él no se acordará de ella. Ella sí de él, pero no habrá nada bueno que recordar, pues ni siquiera le apetece prestarse a cederle una sonrisa. Y mientras aquel nuevo personaje se queda ahí parado, junto a ella, escuchando la conversación del resto de personas que forman aquel pequeño círculo, no puede evitar ese brillo en sus ojos. Nadie lo ve, ella parpadea, intentando eliminarlo, antes de que se forme una lágrima que pueda precipitarse por su mejilla. Nadie lo ve excepto él.
- ¿Te ocurre algo? -pregunta con voz comprensiva, no muy alto, como si entendiera que quizá el resto no debiera de enterarse.
Ella niega mientras frena una lágrima aventurera que nace al notar que la persona a la que menos conoce de todas las que hay ahí, es la que más se preocupa por ella. El muchacho, que comprende que la joven no le quiera contar sus problemas a un recién conocido, frota su hombro con su mano de modo empático, intentando darle ánimos.
No muy lejos de allí, alguien ve cómo la muchacha limpia una lágrima mientras un chico frota su hombro. No son celos lo que siente, pero se acerca rápido. Saluda a la muchacha con su eterna sonrisa de niño travieso, y suelta una pequeña broma que hace que ella sonría por primera vez desde que salió de casa. En seguida ha notado que la muchacha necesita hablar, o al menos, que le presten un poco de atención.
- Te invito a algo, vamos.
Coloca su mano en su hombro e intenta conducirla en dirección a la barra mientras sus amigos se han puesto a bailar sin ni siquiera reparar en que ella se marcha. Ella repite que no le apetece tomar nada.
- Da lo mismo, acompáñame.
Ella sin posibilidades a la vista de negarse, se deja llevar por la mano en su espalda, que la conduce junto a él, un compañero de clase con el que ha compartido demasiados momentos como para ser sólo un compañero.
- Ahora me cuentas qué te pasa.
Antes de poder decir nada, la muchacha rompe a llorar. Él la abraza. Por fin se siente realmente cómoda con alguien en toda la noche. Siente que la aprecian, que es algo para alguien. Que están pendiente de ella. Empapa la camiseta del chico, que acaricia su espalda esperando a que la muchacha se desahogue y le cuente qué le pasa por la cabeza para estar así.
- Somos amigos, y a mí no me gusta que mis amigos lloren. Cuéntame qué te ocurre.
La muchacha se separa y se limpia las lágrimas. Se le ha corrido un poco el maguillaje, y el joven limpia un húmedo chorreton oscuro que le baja por la mejilla con un pañuelo limpio que saca de su bolsillo. Ella comienza a expresar que se siente desdichada por ninguna razón en concreto. Simplemente, a veces, ocurre. Él la comprende mientas ella continúa explicando que le gustaría que sus mejores amigos estuvieran ahí con ella y, sin embargo, ni siquiera se han dado cuenta. Él la mira sonriente, ella, todavía con los ojos húmedos, le mira confusa.
- ¿Se puede saber por qué me miras así?
- Bueno, yo estoy aquí contigo. Supongo que eso quiere decir que me he ganado un puesto entre tus mejores amigos -dice mientras se gira hacia la barra y pide un par de cubatas.
Ella sonríe también, como si le dejara ocupar ese puesto. Él le tiende su cubata, y ella sonríe todavía más.
- ¿Sabes lo que bebo?
- Siempre bebes lo mismo. Eres una chica de costumbres.
A ella le agrada que la conozcan, al menos que alguien lo haga. Y después de beber un pequeño trago, le vuelve a abrazar. Ahora no es un abrazo que la haga sentir a salvo, sino un abrazo de agradecimiento. Él se siente más que recompensado con aquel abrazo, pero a ella le da igual. Lo importante es que él estaba ahí cuando ella lo necesitó, y eso significa que, aunque no lo supiera hasta ese día, él era un amigo de verdad.

6 comentarios:

  1. PRECIOSA ENTRADA! dios es de las mejores que he leido :DDDD ojalá tuviera yo un amigo así, besazos ♥

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  2. sinceramente esta entrada me ha llegado fuerte. No tengo palabras! ;)
    (K)

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  3. me encanta, me encanta escribes requetebien
    un beso y gracias por pasarte por mi blog
    http://unaaficionadaavertesonreir.blogspot.com/

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  4. Me ha encantado, es precioso, un poco largo pero precioso, :D es mas creo que eso descrito nos a pasado a todos alguna vez, menos mal que siempre hay alguien que se da cuenta de ello verdad? un buen amigo!!! :D me ha gustado mucho. besitos

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  5. Que bonito relato, me ha encantado leer esto, yo creo que en algun momento nos podemos llegar a sentir asi, al menos yo me he sentido como aquella joven, pero es bueno saber que al menos habra alguien que siempre este atento para escucharte, como siempre me gusta pasarme por tu blog, besos! :)

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  6. Mucho tiempo después, pero qué bonita entrada.
    Sigue así
    ~ByCherry~

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