8.12.13

Como la nieve del día anterior - Parte I.

El sonido de sus tacones se ensordece bajo la nieve. Sus pasos son ligeros y decididos, no titubean, ni siquiera temen resbalar. En el suelo, las huellas de centenares de pisadas revelan que no es más que otro día normal, uno de entre tantos, y que quizá nada vaya a cambiar. Pero la clave está en ese "quizá", porque probablemente, aunque todo sea igual que ayer, no sea un día más.

La nieve se acumula sobre su paraguas mientras cruza el puente, sus zapatos, viejos y húmedos, salpican los restos de la nieve vieja de anoche, ya deshecha y pisoteada, sucia y despreciada, quizá tal y como se sintió ella justo cuando todo esto comenzó. Y a sus espaldas escucha pasos. Más pasos que salpican y chapotean en los restos del hermoso manto blanco que la noche había preparado con todo su cariño para arropar la ciudad.

Pero no son pasos cualquiera. Aunque no pueda diferenciarlos de los del hombre que acaba de adelantarla a paso ligero, en su camino a contrarreloj hacia alguna importante reunión de negocios, algo le dice que no son unos pasos como los demás. Quizá es también en ese instante cuando empieza a sospechar que hoy no es un día cualquiera, aunque suenen pasos como los de ayer y aunque la nieve haya sido tan poco apreciada como ayer. Ayer era un día diferente.

"Disculpa", los pasos la han alcanzado. Se da la vuelta, le mira a los ojos: no, hoy no es un día cualquiera. "Tomemos un café", continúa.

Sus zapatos titubean, por primera vez en mucho tiempo.

"Está bien", responden sus labios, sin hacer caso a cualquiera de esas dudas que son enterradas bajo toda esa nieve del día anterior, deshecha y pisoteada, tan despreciada como su alma. Sus zapatos se dejan las dudas allí, qué remedio, hundidas bajo el viejo y sucio manto que, probablemente, esta nueva noche que se abalanza sobre la ciudad se preocupe de revivir.



5 comentarios:

  1. Pues no, la verdad es que hoy nunca es igual que ayer, y mañana tampoco será igual que hoy. Y llegará alguien que también pare a esa chica y le diga que tomen un café, hasta que le haga darse cuenta de lo mucho que vale, de lo mucho que significa, que le aprecie tanto como merece por mucho que ella se mantenga incrédula.

    Con mucho amor y esperando la segunda parte (¡YA!),

    Lutz.

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  2. ¡Hola, Yaiza! ^^
    No sabes las ganas que tenía ya de leer otra de tus preciosísimas historias. Estoy de acuerdo en que la clave está en ese "quizá", en eso que hace posible que cada día no sea igual que el de ayer. Me encanta el momento en el que la chica escucha esos pasos detrás y presiente que ese día no será igual que el anterior, y también cuando los pasos la alcanzan y ese "alguien" la invita a tomar un café haciéndola titubear. La imagen final, tan invernal, es preciosa y ayuda bastante a imaginarse el escenario de tu bonito relato. En resumen, que aunque no quiera ser pelota es inevitable para mí observar cada vez que paso por aquí que en cada frase que le arrancas a tus pensamientos eres capaz de crear verdaderas obras de arte. Tal vez sea lo verdadero y esencial que le das a cada una de esas frases lo que hace que escribas de maravilla. ¡Te lo digo de verdad! .En fin, no sé si me explico bien...
    Espero impaciente esa segunda parte, volveré.

    Un beso,
    Windflower. <3

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  3. No sé, pero me apetecía pisar la nieve. O ver esos tacones agujerear la nieve sin temer resbalar desde una esquina.
    Escribes sintiendo, viviendo lo que escribes y eso se nota cuando lees.
    Transmites lo que quieres transmitir y, ¡ay, eso es tan de escritores que realmente merecen un reconocimiento!
    Te admiro, admiro tus letras y a "toda tú",
    S.

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  4. Me ha recordado a mi época en Francia. Allí la gente coge unos tacones, pisa la nieve y sale victoriosa (yo me resbalaba e iba con botas, pero esa es otra historia). Me encanta tu historia, es preciosa ¿La piensas continuar, verdad? En fin, que sigas así, escribiendo lo que sientes, porque sientes cosas preciosas que me encantan y que, ya sabes, le encantan a cualquiera que te lea!

    Mil besos.

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  5. Jo Yaiza, ¿sabes qué siento al leerte? Una calidez que sólo suelo sentir al escribir yo misma. Como si yo misma me reflejase en tus palabras.

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