27.7.11

Un poco de conciencia tercermundista.

La entrada de hoy se sale mucho de lo normal. El hambre de Somalia reflejada en la mirada de un niño pequeño me ha inspirado para escribir este texto que espero que conciencie a alguien durante el tiempo que le cueste leerlo, pues es algo que aunque todos sabemos que es malo, realmente no sentimos.

Por alguna razón, hay días que te levantas con ganas de cambiar el mundo. Con fuerza suficiente para hacer cualquier cosa. Sin embargo, te levantas, desayunas y te enteras de lo que ocurre al rededor del mundo, ya sea con un periódico o el mismo telediario. Ves lo que ocurre en el continente africano, por poner el ejemplo del que quería hablaros, y se os quitan las ganas de hacer cualquier cosa. O es más, todo lo contrario. Te refuerza más, te ayuda a pensar que algún día, todo podrá cambiar. Lástima que el verdadero desarrollo esté tan lejos.
Mientras la alcaldesa de Elche se negaba a dejar su coche oficial porque se siente "insegura" ante "la amenaza del movimiento 15m", según ella de ETA, en Somalia se preocupan de qué comer. Más bien se preocupan de si algún día podrán hacerlo. La noticia era que el avión de la ONU cargado de víveres ni siquiera había despegado. Es indignante y vergonzoso que allí estén a la merced de gente que se preocupa de tener un coche esperándole en la puerta de su casa sólo para él para llevarle al trabajo. Pero yo no quería comparar las vidas.
Sólo quería que quién lea esto, se conciencie. Yo soy de esas personas que una sola imagen, me emociona. Hoy, viendo la noticia, he llorado. Cierto es que soy de lágrima fácil, pero se me hace muy complicado ver esas condiciones de vida. Ver como los rostros de los niños resultan esqueléticos, cómo se les marcan todos y cada uno de sus huesecillos. Sus ojos, siempre tan expresivos. Te lo dicen todo, te piden auxilio con su mirada. "Después de ver esta mirada, seguro que no la olvidarán" decían en el telediario del mediodía de Cuatro. Y no, no lo he hecho. Un niño desnutrido en los brazos de alguien, probablemente su madre. Su cabeza era grande, a corde con sus ojos. Pero el resto, estaba vacío. No tenía carrillos que su madre pudiera besar. No tenía ni siquiera un mentón que poder empujar para obligarle a mirar a alguien cuando está triste. Sus piernas eran palillitos, débiles y finos, incapaz de aguantar su propio peso, a pesar de que fuera mínimo. Y como si de un héroe se trataba, aguantaba como un rey cuando era el centro de varias pruebas en las que agujas le pinchaban y manos de desconocidos le manoseaban buscando irregularidades. ¿Irregularidades? Estamos hablando de un niño, todo él irregular. Un niño de su edad debe tener unas piernas capaces de que le mantengan el suficiente tiempo para correr mientras juega a la pelota. Un niño de sue dad tiene que tener unos mofletes lo suficiente hinchados para que su madre pueda pellizcarlos. Un niño de su edad no tiene por qué pedir auxilio con su mirada. Sin embargo, lo hacía. Tú lo sentías. Le mirabas, y te estremecías. Mi corazón se arrugó, sentí como si se contrajera y se mantuviera así hasta que terminaron las imágenes. Sus ojos eran tan grandes que hacían que se le viera más pequeño. Sólo era un niño, pero ese niño ha vivido mucho más que cualquier persona de clase media en toda una vida. Ninguno de nosotros sabremos nunca lo que es tener que espantar las moscas de tu cuerpo porque hueles a descomposición. Ninguno de nosotros sabremos nunca lo que es vivir así. Esa es la pena, lo que hace que no lo entendamos, que no nos comprometamos.
Para colmo, la gente que quiere ayudar ayuda menos de lo que cree. Las fundaciones, ONG's y demás asociaciones benéficas se quedan más dinero del que debería, para pagarse oficinas o incluso material, qué más da. El caso es que no llega el 100% a su destino. Y ese no es el camino. Si todos colaboráramos, si todo en este mundo estuviera limpio de corrupción y lleno de honradez, el hambre no existiría, la pobreza sería historia y la felicidad sí sería posible.
Copyright Kevin Carter. Ganador del Premio Pulitzer de Fotografía de 1994.
 Esta imagen es una de las mejores fotografías que he visto en mi vida. Puede que sea una de las imágenes que más grabadas tengo en mi memoria. Es tan expresiva que te da qué pensar. A pesar de que fue tomada un año antes de mi nacimiento, siempre la he tenido presente en mi mente. Probablemente, haya convivido con ella desde la más tierna infancia. Pero sólo fue hace algunos años cuando me empecé a interesar con mayor conciencia por temas de la sociedad, la fotografía o el periodismo. Entonces averigüé que había sido tomada por Kevin Carter. La fotografía ganó el Premio Pulitzer de Fotografía en el año 94. El premio Pulitzer es el premio más prestigioso del periodismo, y en este caso, se trataba del fotoperiodismo.
Esta fotografía ha sido siempre muy polémica, lo que le ha traído mucha fama. Una de las impresiones que planteaba era su altísimo dramatismo. La figura desnuda y esquelética de una niña sudaní agonizante, recostada sobre la arena, mientras un buitre acecha a sus espaldas, esperando su muerte por hambre y desnutrición. Esto impactaba hasta a los más expertos ojos, pues se planteaba de un modo muy directo el horror del corto ciclo de la vida de esta niña nacida en Sudán. Algo que algunos calificaban de demasiado explícito para algunas mentes inocentes (e inconscientes).
Fue eso lo que llevó la fotografía a su siguiente polémica. La gente quedó tan horrorizada ante tal imagen que comenzó a levantarse un debate sobre la sangre fría que había que tener para sacar una foto así y no ayudar a la niña. Un tiempo después, su fotógrafo se suicidó. Todo estó llevó a pensar que la fotografía había sido la causante de la muerte del también sudaní Kevin Carter. Pero nada más lejos de la realidad, pues la imagen no es realmente lo que puede parecen en un principio. Ni Carter se suicidó por la imagen ni la niña era moribunda. Medios españoles que acompañaban al fotógrafo compartieron ese momento con él y confirmaron que la niña simplemente estaba defecando y que, tras sacar la imagen, Carter se esmeró en espantar a los buitres mientras la niña se levantaba y continuaba con su vida, que aunque no fuera muy privilegiada, al menos era.
Con todo esto, espero haberos hecho reflexionar durante unos segundos al menos. Y si alguna vez necesitas pensar sobre ello, basta con recordar esta imagen, pues a pesar de no ser realmente lo que parece ser, continúa reflejando fielmente el horror del Tercer Mundo. Algo que podría haber desaparecido ya si los más ricos hubieran puesto más de su parte.














































2 comentarios:

  1. Desde luego que deberíamos de tener muchísima mas conciencia tercermundista... una parte insignificante de nuestro patrimonio para ellos es un mundo.

    Ojalá mucha más gente colabore.

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  2. Yo soy de las que prefieren mantener los ojos cerrados ante tanto dolor,a decir verdad, xk claro todos queremos cambiar el mundo, por ejemplo en mi blog puedes ver varias entradas sobre los terremotos de haiti, japon y todo eso, pero yo muchas veces me digo, yo que tb naci en el 95, que puedo hacer, si no tengo ni voz ni voto? Eso simplemente es como una venda para los ojos, lo se muy bien y tb que no hay peor ciego que el que no quiere ver, y yo no quiero ver.si yo hubiera visto esas noticias hubiera tardado muy poco en cambiar de canal.
    El texto es precioso y por supuesto que me ha llegado, como para no hacerlo, pero ya te digo, esto va a seguir asi siempre porque piensalo bien, el primer mundo es el primer mundo gracias a que existe a un tercero al que explotar.
    Deberia haber mas gente como tu por el mundo.
    Un beso :)

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